Febrero 30
de Amir Hamed en Narrativa“Febrero 30” es un acontecimiento: el regreso de Amir Hamed a la novela. La trama parece una esfera celeste abigarrada y exacta, un sistema de órbitas que el lector vislumbra durante un lapso o un trance de suspenso, cuando todo parece a punto de ser interferido por el delirio o la catástrofe. Si hubiese un centro, éste sería Augusto Sandokán Dalessandro, un escritor convaleciente, atravesado por las irradiaciones de una terapia radical y por el centelleo del sentido que él mismo inventa, parsimonioso y perplejo.
Desde ese núcleo, una prosa perfecta -cuya intensidad velada funciona como una fiebre- entreteje lo cotidiano y lo cosmológico, muestra un elenco de personajes que no debería ser enumerado: un gato intensísimo, un adolescente llamado Osiris alucinado por la metafísica de su propio nombre, la novia de un futbolista apodado el Amargo, que se disfraza de Audrey Hepburn para asistir a estadios atiborrados de antropófagos. Ellos y tantos otros circulan en sus propias peripecias para terminar confluyendo en un relato escatológico, que es -a la vez- extremo y discreto. Sé que las metáforas tecno dan un relumbrón nítido y envejecen rápido; de todos modos quiero decir que Febrero 30 es un acelerador de partículas de la escritura. (Gustavo Espinosa)